Foro galego de testemuña cívica


Una sociedad corrupta

12-12-2014 21:12

POR IGOR FILIBI

 

En los años 90, en Italia, fueron detenidos y encarcelados varios cientos de diputados por corrupción. Durante meses, el país estuvo con un parlamento reducido y sin gobierno efectivo. Recientemente, el presidente italiano, Giorgio Napolitano, ha reconocido que la mafia siciliana chantajeó al Estado con los atentados de 1993 para desestabilizarlo. La mafia fue capaz de asesinar al diputado Salvo Santino y a los jueces anticorrupción Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.

Mientras Falcone luchaba y moría, en España, que vivía días de vino y rosas, se sentía la octava potencia y miraba por encima del hombro a Italia; se ensalzaba la cultura del pelotazo y se honraba a los arribistas en algunas universidades privadas.

El Estado español lleva un par de décadas de retraso en la lucha en serio contra la corrupción. Gobiernos de todo signo han retrasado, cuando no obstaculizado, los procedimientos judiciales contra las tramas de corruptas. Y cuando todo fallaba, si era preciso cambiar la interpretación de la norma, se hacía, como se hizo para evitarle el susto judicial al fenecido Emilio Botín.

La prensa internacional lleva meses haciéndose eco, asombrada, del grado de extensión, y hasta ahora de impunidad, de las tramas corruptas. La trama Gürtel, el caso de los ERE, el caso Bárcenas y otros cientos de casos muestran que no se trata de algo aislado.

Todas estas tramas delictivas estaban bien conectadas con el poder, incluyendo a la Corona. No se puede sostener, sin bajar la vista, que todo se reducía a que el yerno del rey, ex jugador de balonmano, andaba con malas compañías, y que su propia mujer, licenciada, no se enteraba de nada. Y que el rey no sabía nada. Y el CNI tampoco. Y los líderes políticos que le dieron el dinero público sin ningún control dicen en televisión que cómo le iban a negar algo al yerno del rey. Es para pasmarse.

Estos días, el juez Ruz ha afirmado que la ministra Ana Mato se enriqueció con la trama Gürtel. Está probado que recibió multitud de regalos. Solo su marido recibió unos 50.000 euros en viajes. ¿Qué esperaba recibir a cambio quien hizo tan generosos pagos? No se puede hablar de regalos. Si se llama a las cosas por su nombre eso sólo pueden ser pagos, bien por algo ya hecho, o por algo que se espera recibir.

Con todo, esos muchos miles de euros son sólo la pequeña punta del iceberg. El verdadero pago siempre se recibe una vez finalizaba la tarea en la administración pública, accediendo a cargos en consejos de administración con increíbles salarios y dietas a cambio… ¿de qué? ¿Qué pueden ofrecer estos ex cargos públicos, muchos de las cuales jamás han recibido formación en administración empresarial, ni han trabajado nunca en el sector privado? Solo puede ser, digámoslo claramente, o un pago por los servicios prestados o un salario por poner a disposición de la empresa los contactos y la influencia derivada de haber trabajado en la administración pública o ambas cosas a la vez.

Otra pregunta: ¿Cómo es posible que el caché de ex presidentes de gobierno alcance cifras desorbitantes? ¿Cómo puede rentabilizarse semejante pago por una charla de media hora? En España, se paga más la media hora de un ex presidente de gobierno de los jugosos años de la burbuja que la hora de un premio Nobel. Así nos va.

Es vergonzosa la interminable lista de antiguos altos cargos públicos que ahora se enriquecen en puestos en los que no desempeñan ningún verdadero trabajo. Es dinero a cambio de contactos. Se ha llegado al punto, triste situación límite, en el que una empresa, para ser competitiva, debe tener no mejores productos o menores costes sino mejores contactos políticos que sus rivales. La economía del conocimiento, para todos estos corruptos, consiste en conocer a cargos más altos que la competencia.

Evidentemente, la corrupción no es un fenómeno español ni del sur de Europa, esos países que despreciativamente llaman “PIGS” los centroeuropeos. Y precisamente porque es un fenómeno general, el Consejo de Europa elaboró en mayo de 2000 una Recomendación sobre los códigos de conducta para cargos públicos.

Este texto, interesantísimo y que todos los cargos públicos deberían conocer y aplicar, establece que es responsabilidad del cargo público no permitir que su interés privado entre en conflicto con su cargo público, que nunca debe aprovecharse de su cargo para tomar ventaja o enriquecerse, que no solo debe ser una persona íntegra, sino que debe parecerlo para mantener la credibilidad y confianza en el sistema democrático. Ello incluye, evidentemente, no aceptar jamás regalos, y menos de gran valor, que puedan cuestionar su independencia o ponerle en dilemas morales futuros.

El recién nombrado presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha reconocido que cuando fue presidente de Luxemburgo negoció acuerdos secretos sobre ventajas fiscales con 340 multinacionales, que incluían Pepsi, IKEA o Deutsche Bank. Se ha insistido en que estas prácticas no son ilegales aunque sí éticamente cuestionables. Aquí radica el quid de la cuestión. Que no esté prohibido que algunos contribuyentes negocien los impuestos que desean pagar es sencillamente inmoral. Mucha gente considera que lo moral es algo opinable, mientras que lo que no puede discutirse es la ortodoxia liberal: el derecho sagrado a enriquecerse de forma ilimitada, casi de cualquier manera y al coste que sea para la sociedad. Esta estúpida moda intelectual olvida que cualquier sociedad se funda, solo puede fundarse, en cimientos morales.

La corrupción va de la mano de un vicioso ciclo de acumulación de la riqueza en cada vez menos manos, saqueando las arcas públicas. Esta miopía económica y social olvida que cuando la desigualdad entre ricos y pobres supera un límite, es la comunidad lo que se rompe.

En la película Una mente maravillosa, que cuenta la vida del premio Nobel John F. Nash, se expone con exquisita sencillez el tremendo error de Adam Smith, y del liberalismo, al sostener que los egoísmos individuales generan un beneficio y bienestar general. Nash replica en la película con convicción que esa afirmación está incompleta. Porque el mejor resultado es producto de que todos en el grupo hagan lo mejor para sí mismos y para el grupo.

Este sencillo añadido, “y para el grupo”, muestra el verdadero causante de la crisis actual, que no es financiera o económica. Estos son sólo resultados de otra crisis, mucho más profunda, de carácter moral. El pasado martes, el Papa dio una lección de ética en su intervención en el Parlamento Europeo, pero no hay que ser cristiano para defender con convicción el mismo mensaje. De hecho, quienes más le aplaudieron no han pisado muchas iglesias. Tampoco hay que ser un izquierdista para defender la idea de lo público como algo irrenunciable en nuestra sociedad. No hay que ser nacionalista para sentirse asqueado si algunos ciudadanos de nuestra pequeña nación pasan hambre o no tienen dinero para encender la calefacción. ¡Qué terrible paradoja es ver en invierno a los sin techo viviendo en sucursales bancarias!

Mientras nuestra sociedad siga considerando un derecho el enriquecimiento ilimitado, la situación no tiene arreglo. Da igual que sea prácticamente imposible alcanzar la riqueza por medios éticos y legales. Muchos siguen admirando a quienes se enriquecen, sin reparar en los medios. Es interesante observar la sabiduría popular rusa, que estableció hace tiempo que quien se enriquece en un año debería ser ahorcado doce meses antes.

—————

Voltar