Foro galego de testemuña cívica


Pero la monarquia es caduca y antidemocratica...

20-07-2019 20:05

«La monarquía es la excepción, ahora. Hoy sólo cuarenta y cinco estados miembros de la ONU, de 193, tienen una forma monárquica de gobierno »

 

 


Por: Vicent Partal (17/7/2019)

El Parlamento de Cataluña aprobó, en octubre de 2018, una declaración que decía, haciendo referencia a los hechos de un año antes, que la cámara catalana rechazaba y condenaba “el posicionamiento del rey Felipe VI y su intervención en el conflicto catalán, así como la justificación de la violencia por parte de los cuerpos policiales del 1 de octubre “. Y del mismo modo, el parlamento reafirmaba “su compromiso con los valores republicanos” y defendía “la abolición de una institución caduca y antidemocrática como la monarquía”. Ayer, el Tribunal Constitucional español anunció que anulaba esta reprobación, como si el anuncio, por sí solo, tuviera ningún efecto mágico y pudiera cambiar nada. Hace pensar en aquella famosa frase de Nikos Kazantzakis que decía si no se puede cambiar la realidad, la opción es cambiar los ojos con que la miramos. Una opción, sin embargo, que el mismo escritor cretense ya retrataba como desesperada, poco sólida y nada práctica. Ocultar a la fuerza lo que piensa la gente no es ninguna garantía de nada, salvo de provocar más indignación y rechazo.

Sobre todo, porque prohibir las palabras no hará cambiar los conceptos. Y sí, por más prohibiciones que quieran poner sobre la mesa, es más que defendible que la monarquía es caduca y profundamente antidemocrática. No sólo en España, aunque especialmente en España.

Cualquier monarquía del mundo hoy es un anacronismo, incluso la más estable - y dejémoslo así- 'menos molesta'. No sólo por la oposición clásica aunque a menudo teóricamente entre el gobierno monárquico, que pondría el soberano por encima de las leyes, y el republicano, que haría de las leyes la forma de gobierno. Para mí, lo que diferencia sobre todo la república, cualquier república, de la monarquía, cualquier monarquía, es que la república es una institución que hace coincidir la forma de gobierno con el espacio donde se ejerce la libertad. Y, por tanto, se convierte, o debería ser, exigente para los ciudadanos con respecto a su participación constante en los asuntos políticos.

Del mismo modo, cualquier monarquía del mundo, incluso la más “democrática” y ceremonial, es una institución básicamente antidemocrática, desde el momento que su esencia ataca la igualdad. Nadie puede ser finalmente libre si no tiene un estatus igual al de todos. Y los monarcas, las monarquías, desde el momento que tienen un estatus político especial, crean una inmunidad contra la igualdad que afecta completamente la sociedad, con independencia del poder político real que puedan acumular. El republicanismo cree que las instituciones políticas son herramientas necesarias para la salvaguarda de la libertad de todos y, por tanto, considera que la libertad no es un efecto colateral de la existencia de las instituciones sino la base de esta existencia. La obligación de la república es impedir la dominación del estado por un individuo y servir como escudo contra las interferencias arbitrarias que podrían limitar la libertad de cualquier ciudadano, a partir, precisamente, de la negación de su igualdad.

Estas ideas, este concepto de la democracia, explican, en definitiva, la desaparición rápida de la monarquía en el mundo, un fenómeno que no se puede discutir ni estadísticamente. La monarquía es la excepción, ahora. Hoy sólo cuarenta y cinco estados miembros de la ONU, de 193, tienen una forma monárquica de gobierno, aunque hay que remarcar que dieciséis de estos son parte de la Commonwealth y, por tanto, participan de manera muy subsidiaria en la institución. Hace cien años, la monarquía era la norma.

Pero desde hace cien años, la lista de países que han dejado atrás esta concepción caduca del gobierno es impresionante e imparable. En 1919, desaparecieron las monarquías alemanas y las de buena parte del centro de Europa, de Finlandia a Serbia y Ucrania. En la década de los años veinte, la monarquía se esfumó en territorios tan diversos como Turquía, Siria, Grecia y Albania -y de España nada más comenzar la década siguiente, con la proclamación de la II República. En los años cuarenta, Islandia, Italia, Vietnam, Irlanda, Rumanía y Bulgaria también dejaron atrás este sistema de gobierno. Las descolonizaciones de los años cincuenta y sesenta vieron nacer una larga lista de repúblicas en África y Asia y aún en este siglo se ha abolido una monarquía, la de Nepal en 2008.

En este contexto, es muy interesante constatar que España ha sido el último estado a restaurar esta forma de gobierno, después de haberla abolido. Una restauración que no tuvo lugar después de la muerte de Franco, como los idealizadores de la transición quieren hacer creer, sino en 1947, cuando se aprobó la llamada ley de sucesión, no olvidemos, eso. El primer artículo de aquella ley decía que España, “como unidad política”, era “un estado católico, social y representativo que, de acuerdo con su tradición “, se declaraba “constituido en reino “, un reino, el rey del cual, según el artículo cuatro, sería propuesto por Franco, tal como ocurrió. Caduca, pues. Y antidemocrática hasta el tuétano.

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