Foro galego de testemuña cívica


El insólito caso de los nuevos políticos mediáticos

17-06-2014 23:36

POR JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

BIENVENIDOS a la realidad. Que a unos llena de estupor y a otros atemoriza tras los resultados de las elecciones europeas del pasado 25 de mayo. La política se ha revolucionado y apunta a un horizonte de cambio. ¿Sorpresa? ¿Alarma? No veo que haya motivo para lo uno ni para lo otro, porque era previsible que, con la desafección hacia la clase dirigente, se produjese un revulsivo como el protagonizado por la plataforma Podemos y que PP y PSOE perdieran un tercio y la mitad de su caudal de votos, respectivamente. Las condiciones sociales y emocionales estaban ahí y solo ha hecho falta que alguien -con cierta perspicacia comunicativa e inteligencia democrática- canalizase el descontento y las ilusiones de renovación hacia una alternativa de ruptura. Los ciudadanos han hablado y ahora hay que recomponer el puzle de la opinión pública con las nuevas piezas y los fragmentos empequeñecidos de antes.

¿Quién teme la democracia? Podemos, con su líder Pablo Iglesias, y en menor medida Ciutadans, con Javier Nart, son expresiones políticas emergentes, hasta cierto punto innovadoras y en todo caso merecedoras de respeto y atención. Ya veremos por sus hechos si son proyectos volátiles o han llegado para quedarse. El mundo ha cambiado mucho: han caído imperios, regímenes, grandes tinglados económicos y viejos liderazgos. Se atisba una nueva era, aún indefinible. Y, sin embargo, la política partitocrática llevaba décadas de retraso, anclada en el viejo paradigma de la conquista del poder y el trasnochado juego de las urnas sin más opción participativa para la gente.

Aún así, conviene acotar el alcance de esta nueva realidad y no caer en un diagnóstico entre revolucionario y apocalíptico. Porque si bien los efectos del 25-M alteran el equilibrio de fuerzas, no por eso hay que obviar que Podemos es un fenómeno exclusivo del ámbito de la izquierda, mientras que Ciutadans se circunscribe al sector de la derecha unionista. ¿Son partidos o movimientos? Está por ver, pero ninguno de los dos se presenta como vertebrador social, porque no tienen vocación de ocupar el centro ideológico, sino de agitar los valores dominantes a diestra o siniestra. Entiendo que Podemos es un grupo activista más o menos utópico (¡qué bueno que recuperemos nuestros sueños!) cuya máxima virtualidad es moderar el asfixiante dominio global del poder financiero. ¿Y Ciutadans? La invención sentimental de ser español sin complejos. No vayamos a pensar que con ellos ha llegado la refundación de la democracia.

Pablo Iglesias, contrariamente a lo que se dice estos días de alabanzas y análisis precipitados, no es un líder mediático. Su perfil emocional roza la frialdad, incluso lo desabrido. Y esta imagen destemplada no es casual, sino intencionada, porque a Iglesias y su equipo les repugnan los liderazgos carismáticos, que consideran burgueses. El liderazgo que ha buscado se asienta sobre el predominio de lo intelectual y el argumentario racional, porque igualmente detestan el populismo sentimental. Su triunfo tiene cuatro claves: la primera, la notoriedad audiovisual, obtenida merced a su buena preparación dialéctica y que para los productores de televisión es muy atractiva en los debates. La segunda, su simplicidad ideológica, construida a base de mensajes comprensibles y netos, propios del pensamiento-eslogan. La tercera, la oportunidad sociológica y el ambiente antipartidos, unida al desastre del zapaterismo y su continuidad con Rubalcaba. Y la cuarta, su actitud de líder casual, a quien se percibe sin ambición de poder. Podríamos añadir otros detalles, como la elección del nombre de la marca, heredera de las ilusiones de Obama y la marea del 15-M, su estética rompedora, su excelente formación y las teatralizaciones mediáticas logradas a través de duras confrontaciones con los defensores del PP y los recortes de derechos. Es una habilidad referenciarse frente a enemigos odiosos para la mayoría. Nadie ha hecho más por Pablo Iglesias que Paco Marhuenda y Eduardo Inda.

Por su parte, Nart lleva años en la tele de la ultraderecha y se desenvuelve en ella con la destreza de quien está de vuelta de casi todo. Básicamente es un cínico con hambre política atrasada y ambiciones insatisfechas en quien han visto los españoles temerosos de los nacionalismos catalán y vasco el tronante de la patria, el ideal agresivo para el foro parlamentario como hasta ahora en los platós. Javier Nart, de raíces bilbainas, no aporta nada nuevo, porque antes que él ya existía el descaro y las formas groseras.

Receloso Pablo Iglesias de que, tras el triunfo, se crease en torno a él un liderazgo personalista, se aparta de los platós y lanza a su gente a poner cara y ojos al movimiento, con el mensaje intencionado y falaz de que Podemos es mucho más que el mediático profesor. La jugada, muy calculada, se inscribe dentro del más puro estilo mercadotécnico y resulta profundamente artificial, lo que da idea de lo parecida que es su presunta dialéctica asamblearia a las prácticas de sus denostados partidos. Quien pone su foto hasta en la papeleta del voto no puede encubrir, por coyuntural vergüenza, su absoluto y radical caudillismo.

Será interesante observar el modo en que la orientación utópica de Podemos se aplica al mundo concreto. La calidad política se mide por la capacidad de aproximar a la realidad lo sustancial de un programa en un tiempo razonable. Las intenciones pueden ser maravillosas, pero pobres sus resultados, de lo que se derivaría la frustración y el desencanto. Otro factor de grandeza es la voluntad para llegar a acuerdos con otros partidos, porque vivimos en un mundo plural. Ahí veremos la flexibilidad de este singular proyecto y si tiene fundamento para articularse en las instituciones y condicionar a parlamentos y gobiernos.

Muy menesterosa debe andar la democracia cuando una expectativa como la que anuncia el movimiento Podemos suscita tan precipitadas esperanzas de renovación. Siempre creí que los cambios históricos los hacen los pueblos. No existen los milagros y los profetas se arrastran por los púlpitos de la tele. De momento no sé si podemos cambiar el sistema, pero sí queremos. Bienvenidos a la política real.

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